Cuando el encéfalo (parte del cerebro que se ocupa de las funciones voluntarias), se enfrenta a una situación estresante, pasa por una serie de reacciones que hacen que se libere la hormona ACTH de la glándula pituitaria, a la vez, las glándulas suprarrenales segregan las hormonas de la adrenalina y el cortisol.
Por su parte la adrenalina nos mantiene en estado de alerta, aumenta la presión sanguínea y la frecuencia cardiaca, lo podemos notar cuando tenemos algún desafío o alguna experiencia atemorizante.
Al incrementarse la adrenalina el cuerpo aumenta el metabolismo para que tengamos la energía necesaria para salir de las situaciones estresantes que vivimos.
El cortisol es diferente, ya que ayuda a la liberación de energía lentamente, prepara al sistema inmune, ayuda a la protección del cuerpo de agentes peligrosos y ayuda a contener las respuestas inmunes adquiridas.
Durante una situación de estrés el cortisol será producido en cantidades mayores que las normales, sin embargo este exceso podría hacernos más sensibles a enfermedades infecciosas. Por ejemplo, después de una semana de mucho trabajo preparando algún evento cuando llega la calma muchas personas llegan a resfriarse.
El objetivo de estas hormonas es que después de una situación estresante podamos volver a un estado de equilibrio.
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